cate, se realiza con asombrosa audacia en diversas partes del país, y aún en las inmediaciones de la Ciudad de Guadalajara. Algunas historias bastante duras sobre la situación y posición social de las partes participan en el negocio, son dichas por las víctimas. Estas historias son, quizás, no siempre confiables, pero reuní suficiente de personas que habían sido secuestradas, para convencerme que una organización, tan estricta y eficaz como los Matones de la India, por algún tiempo ha existido, y todavía existe, aunque en menor cantidad que antes, en Guadalajara, y tiene entre sus miembros algunos de las más prominentes hombres y mujeres del antiguo régimen Imperial. Hombres, que fueron ricos, pero que están absolutamente sin ingresos legítimos y no pueden ganar un sustento honesto, dirigen el movimiento de las bandas, planean los trabajos de los delincuentes menores para que los lleven a cabo. A veces las revelaciones hechas eran de carácter alarmante. Un día conversaba con un caballero de alta posición en Guadalajara, quien había sido arrastrado de las cercanías de la ciudad, y había sido liberado tras pagar cinco mil dólares, en moneda. Le pregunté si él no podía identificar a los hombres que lo secuestraron, y recibieron el rescate. "¡Conozco a cada uno de ellos!" fue la respuesta. Entonces ¿por qué no procesarlos y fusilarlos? Le pregunté. "Le diré por qué: cada de miembros la pandilla tiene amigos que serían informados inmediatamente de los hechos, y daría instrucciones de vengar su muerte en caso de que viviera hasta terminar el juicio.
El Gobernador Cuervo y sus subordinados harían su deber sin miedo o favor, y los hombres serían fusilados; pero yo sería asesinado dentro de una semana a partir de entonces, o posiblemente secuestrado nuevamente
