pidió una declaración de los hechos. Varios testigos los detallaron, y entonces ordenó al policía amarrar al prisionero. El granuja primero declaró que no iría un paso, pero ver un lazo en la silla de montar del oficial le hizo repentinamente cambiar de parecer.
El policía ató un pequeño lazo firmemente alrededor del muslo izquierdo, al parecer, para obstaculizarle poder correr si intentaba escapar. Ante esto el prisionero afirmó:
"Nunca antes fui detenido en mi vida, y soy un hombre honesto; pero si están determinados a marrarme, háganlo de esta manera".
Poniendo acción en las palabras cruzó sus manos sobre su pecho, de una manera tan profesional y artística, como para demostrar que estaba bien acostumbrado al proceso de amarrar, y le dio una fuerte risa de los espectadores.
El policía entonces empezó a desatar el lazo de su muslo y ponerlo en sus muñecas, cuando el tipo volteó a la señora de la casa y fríamente comentó:
Señora: soy inocente; ¡pero iré con los oficiales solo por cortesía a usted!
Esta extraordinaria anormal cortesía por parte de un ladrón, sorprendido en el acto, enfureció al oficial a caballo, y bajándose, tomó el lazo y comenzó a amarrar al culpable por los codos detrás de su espalda, lastimando en cada tirón, que traía los codos, más y más juntos:
"Tu irás conmigo por cortesía a la dama, ¿cierto? ¡Tú debes ser un ladrón de alto tono, eres tan infernalmente cortés! ¿Como cortesía a una dama, eh?"
Todo el esfuerzo deliberarse y gruñidos del ladrón no pudo aflojar el lazo un poco, y pronto estaba en una condición