representar las glorias de una puesta de sol tropical. La pintura lo suficientemente brillante para hacer justicia a la escena ante nosotros esa noche todavía tiene que hacerse. Un mar azul suave como base, un cielo azul suave arriba; a lo largo del horizonte occidental una fila de nubes púrpura sólidas se levantan como rocas volcánicas dentadas del seno del océano, para lo cual, de hecho, se habría sin titubeos tomado sino por la constante alteración en sus contornos.
Cada momento ellas
en algo nuevo y extraño."
Un León Marino, un León de tierra, un esfinge, un castillo, una ciudad amurallada, un poderoso volcán, un Orizaba o un Monte Shasta, cada uno creció a su vez, ante nuestros curiosos ojos. De pronto la línea entera fue cortada desde su base, como si con un cuchillo, y levantada alto en el aire, y del seno del mar surgió otra, casi un duplicado de la primera. Luego el cielo intervino, desde un anaranjado brillante, tomó el tono del interior de superficie la concha de mar, profundizó en el bermellón brillante, que brillaba como una llama, y parecía desprender luz y calor propio, llenando todo el aire. A la sombra cayó la noche, el horizonte se hizo más y más brillante, las nubes se tiñeron de negro, mientras el cielo bermellón se distribuyó como un Valle entre las dos grandes Sierras—montañas de hierro en una tierra de fuego. Nos mantuvimos como asombrados habitantes de otro planeta en la última hora de agonía de la tierra, y vimos "los elementos disolverse con ferviente calor," montañas y socavadas estrellándose contra la llama de mar hambriento abajo. Entonces cayó la cortina negra de la noche sobre todo, y, casi en un pestañeo, esa extraña, salvaje, rara, encantadora escena, pasó como un sueño.