verencia cortésmente me dijo, tal como un vendedor de mercancías secas en Nueva York, podría haber dicho:
"Sí, Señor, un real cada uno, ¿cuántos quisiera comprar?"
Tomé un par para llevar a casa como regalos a algunos jóvenes amigos católicos, y con ellos obtuve su bendición que pienso mantener para mi propio uso.
A un lado de la Iglesia noté un gran número de cuadros burdos representando milagros en forma de curas de enfermedades mortales o la interposición directa para salvar del peligro de muerte instantánea, hecha por la Santísima Virgen de Guadalupe. Estaban colgados allí por los piadosos recibidores de tales favores, y parecen ser considerados con gran reverencia por los simples fieles. Vi que la pintura de la imagen de la Virgen que bajó del cielo con las rosas que Juan Diego entregó al obispo, se había empezado a agrietar y descascarar por el tiempo, pero no cabe duda, que por un milagro será restaurada nuevamente, y es probable que sobreviva muchas generaciones futuras de la humanidad.
Desde la Iglesia un camino sinuoso lleva hasta la de empinada cara la colina rocosa de la Capilla en la cumbre donde la Virgen se apareció a Juan Diego. A medio camino subiendo la colina hay una curiosa estructura de piedra, enyesada y encaladas, que representa las velas, mástil, y verga de un barco. De hecho, el mástil del barco se dice que realmente fue construido de mampostería. Esto fue erigida hace muchos años por un piadoso viejo trotamundos español, quien en la hora de mortal peligro en España prometió a la Virgen, que si le permitía arrear, y prevenir que su galeón fuera contra las rocas, el haría esto en su honor; ella lo hizo; y el cumplió su palabra como hombre y cristiano.