en cada calle y todo lugar, y sólo se puede uno escapar de sus impertinencias mientras estes en tu propia casa u hotel, dando las más estrictas órdenes a los sirvientes de excluirlos. Muchos de estos mendigos son realmente necesitados, enfermos, mutilado y desvalido; pero muchos otros son graciosos impostores. No existe ninguna previsión pública para los desamparados y pobres merecedores, y cada año los mendigos aumentan en número.
El aumento en los últimos años ha sido muy grande. Sólo cuando uno dice "¡perdone!" los mendigos en la calle lo dejan a uno. La cantidad de desgraciados horriblemente mutilados que ves en las calles de México es casi increíble.
La ausencia de algo como el bullicio y ruido de una ciudad del Norte, se observa inmediatamente por un extranjero en México. El comercio por mayor casi no existe en absoluto, y las tiendas minoristas son pequeñas, y en su mayor parte mal organizadas. No se ven remolques cargados con mercancías para el interior, pasando por las calles como con nosotros, y el grito del subastador no se oye. México no es en ningún sentido una ciudad comercial o de fabricación; su industria productiva difícilmente equivale apenas a la de una ciudad una décima parte de su población en los estados de Nueva Inglaterra. Puedes escuchar la voz de la "Iglesia repicando en la campana," de la mañana a la noche, pero escucharas en vano buscando el silbido
