muy artísticamente por un nativo y artista totalmente sin escuela. Entre los cientos de regalos, de muchos delos cuales son muy valiosos, recibidos por el Sr. Seward en California y México, dudo si cualquiera le dará más placer que este.
Ya he descrito la carretera de Orizaba a Veracruz. El grupo de Seward fue pasado algunas millas abajo de Orizaba, por Joseph Branniff, superintendente del contratista de ferrocarriles, que iba hacia Paso del Macho, con un carro ligero tirado por dos mulas rápidas. El Sr. Seward aceptó un asiento con el Sr. Branniff en este carro, y se fueron por más de diecisiete leguas a un ritmo que, si no puso en los cuellos del grupo, al menos, dio al Sr. Seward una sacudida que él recordará al final de su vida.
El magnífico escenario del paso del Chiquigüite le gustó más que cualquier cosa que había visto desde la Barranca de Beltrán, y le recordó tanto la escena de África que lo hizo decir, que sólo faltaba un león o dos al lado de la carretera para completar el cuadro, y hacer la ilusión perfecta. Hay muchos tigres acechando en el chaparral a lo largo de este camino, y el número de cruces al lado debería ser buena evidencia de que han sido muy buenos sustitutos de los leones.
El trabajo de construir el ferrocarril en este punto es verdaderamente hercúleo y uno recuerda el del Ferrocarril Central del Pacifico, donde pasa por la Cumbre de la Sierra Nevada. Se describe a continuación en un reciente número del Diario Oficial de la Ciudad de México:
"Después de salir de la estación de Paso del Macho, el camino pasa, por medio de un puente de trescientos pies de
