los edificios son de ladrillo, con muros inmensamente gruesos, ventanas enrejadas de hierro, y pesadas puertas de madera con cerraduras de hierro antiguo curioso, y techos planos, de mosaico rojo. Más allá de los edificios, en toda dirección, se yerguen las palmeras y árboles de plátano con hojas gigante—o plantas—de los ricos jardines de Colima. Atrás de que ellos están las montañas verdes y boscosas que rodean este hermoso Valle de Colima, con el gran "Volcán de Colima," con una corona de humo oscuro sobre su cráter, dominando por encima de todo, en el noreste. Fue una escena que verla una vez vale la mitad de una vida.
En la calle, la escena era menos hermosa, pero muy pintoresca y peculiar; no había un carro a la vista. Pequeños asnos, cargados con forraje de maíz verde, o cargando marcos, en los que había a ambos lados grandes jarrones de barro rojo con agua, trotaban en las largas calles, estrechas y angostas. Hombres en amplios sombreros y vestidos ligeros de verano de blanco algodón o lino, cabalgaban en Caballos pequeños, pero enérgicos y ricamente ensillados, y el común los hombres y mujeres del campo, a pie, llenaban las calles y aceras. Todo el mercadeo, excepto el domingo que es cuando se celebra el gran mercado, se hace temprano, antes de que el calor sea molesto, y al amanecer la escena en la calles de Colima y todos los otros pueblos mexicanos, es más interesante. A medio día las calles están casi desiertas y hacia la tarde comienzan las visitas, y el paseo de modas.
Las principales tiendas de mercancías secas y lujo están situadas en los grandes edificios, con los portales frente a las plazas, y las aceras, durante una considerable parte de la jornada, tomadas por pequeños comerciantes, quienes extienden su pequeño surtido de joyería barata, zapatillas, relojes, cigarritos, cuchillos, espadas, y miles