cana, la gente común del país, y el grupo entero era de la misma clase. Los vestidos de la novia y el novio, y sus adornos florales, fueron de tal notable carácter, que nada sino el grabado puede dar una buena idea de ellos.
La ciudad, aunque aburrida, está creciendo y mejorando lentamente. Contiene algunas hermosas residencias, y unas doce familias de primera clase.
Cuando el infame ladrón y asesino patriótico "General Rojas" tomó Zapotlán en una ocasión, sus hombres informaron que la torre del campanario de una de la Iglesias estaba llena de enemigos, quienes se habían rendido, y estaban listos para bajar y entregar sus armas. "¿Qué haremos con ellos, su excelencia?" Rojas consideró un momento, y luego respondió, "Oh, estos pobres hombres no tienen la culpa; no deben ser matados, pero enviados a casa, porque sólo actuaron bajo órdenes." Sus hombres no podían entender tal inusual clemencia, ya que era su costumbre matar a todos los que, por cualquier desgracia caían en sus manos. Viendo al oficial que había hecho la consulta permanente indeciso, como si tuviera alguna duda de entender correctamente lo que Rojas había dicho, este último añadió, "digo envialos a casa; desde luego no tomarás ningún problema extra con ellos, sino enviarlos a casa por el camino más corto .
El oficial entendió la sugerencia del monstruo infernal y regresando a su mando, dio tales órdenes que en algunos momentos disparos bien dirigidos desde abajo forzaron a todos los soldados en la torre a brincar a la calle, y por supuesto todos murieron. Esta anécdota me la platicó un caballero que conocía bien a Rojas y perteneció al grupo político en que él estaba en el momento. Al avanzar al interior oímos muchas anécdotas similares a la de este atroz