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LIBRO I.

Tus benéficas alas extendiendo
Sobre él, y á producir le preparaste;
Pues que nada se oculta á tu alta ciencia,
Descubreme benigno el ignorado
Orden de los sucesos que pretendo
Cantar, hasta que llegue al deseado
Fin de hacer ver la sabia providencia
De Dios, y los decretos soberanos,
Justos, con que gobierna á los humanos.
Dígnate, pues que todo está patente
A tu vista, en el cielo, y en el mismo
Centro del infernal profundo abismo,
Dígnate revelarme claramente
Qué causa fué la que hizo desgraciados
Nuestros primeros padres, que gozaban
Del divino favor cuando habitaban
Del Edén los pensiles encantados,
De todo bien tranquilos poseedores,
Fuera de un solo fruto, prohibido
A fin de que se hiciesen acreedores,
Tan ligero precepto exactamente
Observando, á otro bien no conocido
De los mortales, á la deliciosa
Suerte de ver á Dios eternamente,
Del cielo en la morada venturosa.
Díme quién fue el cruel que los sedujo.
Satanás sólo, la infernal serpiente,
Fue el que de envidia y de furor ardiendo
Contra su Eterno dueño, desde el día
En que de su soberbia y rebeldia
Le castigó arrojándole al horrendo
Abismo, con millones de otros fieros
Angeles de su culpa compañeros,
Quiso vengar en el linaje humano,
Objeto del amor del soberano