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objetos materiales, como los Atlantes de Tula, y que todo aquello en que los hombres o los brujos fijaban su preocupación obsesiva tenía un potencial dañino. En este sentido, Don Juan recomendaba a los guerreros no enfocar su poder en nada material, sino en el espíritu. El guerrero debe desprenderse de estas "miserables pasiones", quitarse esas fijezas, para poder ser liviano y fluido.

"Yo vivía en la ciudad de Tula. Conozco esas pirámides como la palma de mi mano. El nagual me dijo que él también vivió allí. Sabía todo acerca de las pirámides. El mismo era un tolteca...

Me contó que algunas de las pirámides eran gigantescos no-haceres. No eran sitios de alojamiento, sino lugares para que los guerreros hicieran su ensueño y ejercitaran su segunda atención. Todo lo que hacían se registraba con dibujos y figuras que esculpían en los muros.

Lo que canaliza la energía de nuestro ser total, para producirse cualquier cosa que pueda hallarse dentro de los límites de lo posible, es conocido como voluntad. Don Juan no podía decir cuáles eran esos límites, salvo que al nivel de seres luminosos nuestro alcance es tan amplio que resulta vano tratar de establecer límites: de modo que la energía de un ser luminoso puede transformarse en cualquier cosa mediante la voluntad...

Había llegado a esa conclusión siguiendo las siguientes premisas: Primero, que no somos solamente aquello que nuestro sentido común nos exige que creamos ser. En realidad somos seres luminosos, capaces de volvernos conscientes de nuestra luminosidad. Segundo, que como seres luminosos conscientes de nuestra luminosidad podemos enfocar distintas facetas de nuestra conciencia, o de nuestra atención, como don Juan le llamaba. Tercero, que ese enfoque podía ser producido mediante un esfuerzo deliberado, como el que nosotros tratábamos de hacer, o accidentalmente, a través de un trauma corpóreo. Cuarto, que había habido una época en que los brujos deliberadamente enfocaban distintas facetas de su atención en objetos materiales. Quinto, que los atlantes, a juzgar por su espectacular apariencia, debieron haber sido objetos de la fijeza de los brujos de otro tiempo..." C. C.


VIENDO JUNTOS

"La gorda" y Castaneda empiezan a "trabajar" juntos para recordar las enseñanzas del lado izquierdo, para lo cual deben desprenderse de todo, ya que un guerrero no puede aferrarse a las cosas ni a los sentimientos ni a los pensamientos. Mencionan al sexo como una preocupación que interfiere en el aprendizaje.

Para calmar a Castaneda, "la gorda" le masajea las pantorrillas, práctica que le enseñó Don Juan. Al respecto podemos leer en la página 186 de Cuerpo humano e ideología, de Alfredo López Austin: "Es muy probable que ambas ideas tuvieran relación, y que se creyera que al apoderarse el hechicero de algún tipo de fuerza localizado en la pantorrilla de la víctima, robara la energía y dañara al enemigo al privarlo de un elemento indispensable a su condición humana. En los relatos actuales es frecuente que se diga que si alguien destruye las pantorrillas de las magas mometzcopinique cuando éstas se encuentran en el viaje sobrenatural, las malas mujeres mueren."

Muchas de las prácticas que Castaneda relata en sus obras están implícitas o explícitas en las tradiciones, usos y costumbres de muchos pueblos indígenas y campesinos del México de hoy.

"—Tienes que abandonar tu deseo de aferrarte —sugirió—. Lo mismo me ocurrió a mí. Me aferraba a las cosas, por ejemplo la comida que me gustaba, las montañas donde vivía, la gente con la que disfrutaba platicar. Pero más que nada me aferraba al deseo de que me quieran... C. C. Si eso se llama ver, la conclusión lógica de mi intelecto sería que ver es un conocimiento corporal... C. C.
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