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En el antiguo pensamiento tolteca el Sol era el creador de todo pero, al mismo tiempo, necesitaba de la energía espiritual que los hombres producían a través de su conciencia de ser. El Calmécatl[1] capacitaba a aquellos seres humanos, hombres y mujeres, que seguirían la doctrina de la Toltequidad y, de ser iniciados, pasaban a ser Guerreros Jaguares o Águilas; es decir, guerreros que emprendían la guerra más importante que un hombre puede realizar: la Guerra Florida, que tenía como punto culminante hacer florecer a su corazón.

Los aztecas tomaron la forma de este antiquísimo conocimiento, pero cambiaron el fondo. Ya no fue Quetzalcóatl la figura más importante sino Huitzilopochtli. Los aztecas se asumieron como los sostenedores del moribundo quinto Sol[2] y le inyectaron vitalidad a este nuevo proceso en el que la materia cobraba supremacía sobre el espíritu. Así, al Calmécatl sólo ingresaban los hijos de los nobles, y en él, se enseñaba el arte de la guerra; dejó, por tanto, de tener un sentido simbólico, místico y espiritual. El imperio hacía guerras que también llamaron Floridas, pero su principal objetivo era la dominación política, económica y militar de los pueblos vencidos. En estas guerras se trataba de apresar vivos a sus enemigos para ser llevados a Tenochtitlán y sacrificarlos al Sol, sacándoles el corazón y ofreciéndoselo al Águila por alimento.

Los sacrificios humanos que realizaban los aztecas estaban, en principio, dirigidos a alimentar al Sol—Águila. En los monolitos que hoy se conocen y que eran utilizados para tal efecto, abundan las representaciones del Águila solar. Al recipiente donde se colocaba el corazón del sacrificado se le llamaba "el recipiente del Águila”.

Aquí es importante señalar un gran error histórico: nada tiene que ver los sacrificios humanos de los aztecas a través de sus Guerras Floridas y las Guerras Floridas de los toltecas y la Toltecáyotl o Toltequidad, donde el sacrificio era la purificación del ser para llegar a la iluminación o conciencia total.

Puede ser que quien ha trabajado con mayor sensibilidad este proceso de la historia del México antiguo haya sido la maestra Laurette Séjourné en su bellísima obra "Pensamiento y religión en el México antiguo".

Según Don Juan, lo que constituye “el mundo" son las emanaciones del “Águila”; los antiguos videntes, a través de las plantas de poder y de cientos de años de experimentos y fracasos lograron “ver” la fuerza que es el origen de todo. A esta fuerza le llamaron “el Águila” porque, al vislumbrarla brevemente, le encontraron parecido a un águila blanca y negra de tamaño infinito. Pero ni es un águila ni se parece a ella; es sólo una forma de humanizar o conceptualizar algo que es imposible de describir.

Los antiguos videntes también descubrieron que, debido a nuestra conciencia de ser, creemos que nos rodea un mundo de objetos, pero que en realidad son las emanaciones del Águila, fluidas, en movimiento, inalterables, eternas. El Águila otorga la conciencia de ser para que la desarrollemos y acrecentemos a través de nuestra vida pero, al final de ella, nuestra conciencia de ser es devorada o absorbida por el Águila (la fuerza, el infinito, lo total). Para los antiguos videntes la razón de la existencia de los seres humanos entre otros seres vivos es desarrollar y acrecentar la conciencia de ser, y esta energía que produce la conciencia de ser, es requerida por el Águila.
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  1. Escuela de altos estudios del Anáhuac.
  2. En el Anáhuac se habían vivido cuatro soles o eras anteriores. Se vivía los últimos tiempos del Quinto Sol.
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