avanzados en edad nunca pueden hacer mas que papeles subalternos, donde para formar el nudo de la intriga sirve de obstáculo á los deseos de los jóvenes amantes, y entónces son aborrecibles; ó ellos mismos son enamorados, y entónces son ridículos: turpe senex miles. En las tragedias se hace de ellos unos tiranos y usurpadores; en las comedias unos zelosos, unos usureros, y unos padres insoportables contra quienes todo el mundo conspira para engañarlos. He aquí bajo que aspecto tan honroso se muestra á la vejez en el teatro: he aquí que respeto se inspira á los jóvenes ácia ella. Agradezcamos al ilustre autor de Zaira y Nanina el haber sustraido á este desprecio al venerable Lusiñán y al buen viejo Humbert. Hay algunos otros; pero ¿basta esto para detener el torrente de la preocupacion pública, y para borrar el envilecimiento en que la mayor parte de los autores se complacen en mostrar la edad de la sabiduría, de la esperiencia y de la autoridad? ¿Quien puede dudar que el hábito de ver siempre en los ancianos unos personages odiosos en el teatro no ayude á menospreciarlos en la sociedad, y que a acostumbrandose á confundir á aque-
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Apariencia