tan precipitadamente! Mas niños son ellos muchas veces que los mismos niños.
La aparente facilidad de aprender origina la pérdida de los niños: no se vé que esta misma facilidad es la prueba de que nada aprenden. Su celebro liso y pulimentado reflecta como un espejo los objetos que se le presentan; pero nada se le queda, nada penetra. El niño retiene las palabras, pero se reflectan las ideas: los que le escuchan las entienden; él es el único que no las entiende.
Son necesarias observaciones mas sutiles y delicadas que lo que se piensa para asegurarse del verdadero talento, del verdadero gusto de un niño, que manifiesta mas sus deseos que sus disposiciones, y que se juzgue siempre por los primeros, á falta de saber estudiar las otras. Yo querria que un hombre juicioso nos diese un tratado del arte de observar á los niños. El conocimiento de este arte seria muy importante: los padres y los maestros aun no poseen los elementos de él.
A los doce ó trece años se desenvuelven las fuerzas del niño con mucha mas rapidez que sus necesidades. Aun no se ha hecho sentir en él la mas violenta, la mas terrible de todas: los mismos órganos permanecen