Página:Pensamientos (Rousseau) - Tomo II.djvu/22

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con él, y el solo que lo mereció, se nos muestra como un vil orador retórico, un cobarde; miéntras que el infame Catilina, cubierto de crímenes que no se atreveria uno á nombrar, pronto á degollar á todos los magistrados, y á reducir la patria á cenizas, hace el papel de un grande hombre, y reune por sus talentos, su firmeza y su valor, toda la estimacion de los espectadores? Está bien que tuviese, si se quiere, una alma fuerte; ¿pero era por esto menos un malvado detestable, y se necesitaba dar á los crímenes de un salteador de caminos, un bandido, el colorido de las espediciones de un héroe? ¿A que, pues, se dirige la moral de una pieza semejante, sino á animar á los Catilinas, y á dar á los malvados diestros premio de la estimacion pública, debido á las gentes honradas?

Oigo decir que la tragedia conduce á la piedad por el terror: sea asi enhorabuena; pero ¿cual es esa piedad? Una emocion pasagera y vana, que no dura mas que la ilusion que la ha producido; un resto de sentimiento natural, muy pronto sofocado por las pasiones; una piedad estéril, que se alimenta de alguna lágrimas, y que jamas ha