CAPÍTULO XV
EL JOVEN DEL BOTÓN DE PLATA: Á TRAVÉS DE LA
ISLA DE MULL LA isla de Mull, en que ahora me hallaba, es rocallosa y sin caminos, como la islita que había dejado, pues toda estaba llena de pantanos, malezas y peñas. Habría caminos para los que conocían bien el país, pero no para mí que no tenía la más remota idea de lo que era aquello.
Tomé como norte de mi peregrinación el humo que tantas veces había visto desde la islita; y á pesar de lo fatigado que me hallaba y de las dificultades del terreno, llegué á una casa en el fondo de un vallecito entre cinco y seis de la tarde. Era baja y larga, fabricada de piedras pero no unidas con argamasa y con techo de una materia bituminosa. En un terraplén frente á la casa había un hombre anciano sentado al sol y fumando su pipa. Por él supe que mis compañeros del buque se habían salvado y comido algo en aquella misma casa.
Había entre ellos uno vestido como un caballero ?
—le pregunté.
Me respondió que todos llevaban grandes gabanes de paño común; pero que uno que vino solo, tenía calzones y medias mientras los otros solo llevaban traje de marinero.