ciendo á sus caballos de la rienda. El primero era un caballero alto, de pelo rojo, aspecto imperioso y rostro colorado, que llevaba en la mano el sombrero que le servía de abanico, pues parecía sofocado con el calor. El segundo, por su decente traje negro y peluca blanca, revelaba ser un abogado. El tercero era un sirviente, y llevaba una parte de sus vestidos de tartán, lo que probaba que su amo pertenecía á una antigua familia de las Tierras Altas de Escocia, y era, ó un proscripto, ó se hallaba en muy buenas relaciones con el Gobierno, puesto que el uso del tartán, ó vestidos de cuadros de colores, estaba prohibido por una reciente ley. Á haber estado yo más versado en estos asuntos, habría conocido que los colores del tartán eran los de los Campobellos. Este criado llevaba un portamanteo atado al caballo, y un saquito de malla lleno de limones colgaba del arzón, sin duda para hacer ponches.
En cuanto al cuarto, era uno de los oficiales del alguacil á cuyo cargo está hacer cumplir las leyes.
No bien hube visto á esta gente resolví, sin saber por qué, continuar mi comenzado viaje ; así es que cuando pasaron junto á mí, me puse en pie y le pregunté al que iba delante cuál era el camino que conducía á Aucharn.
—Glenure,—dijo el otro,—este no es asunto propio para bromear.
Estos dos individuos se aproximaron uno á otro y se pusieron á mirarme, mientras los otros dos de la comitiva se detuvieron atrás á tiro de piedra.
—Y qué busca Vd. en Aucharn ?—preguntó Colín Roy Campobello de Glenure, al que llamaban el Zorro Rojo, pues ese fué á quien yo dirigí la palabra.