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PLAGIADO

—No podría, no podría,—dijo moviendo la cabeza.

—No,—contesto Alán,— pero y si Vd. pudiera ?

No respondió nada.

—Oiga Vd., amiga mía,—dijo Alán: —hay botes en esta región, pues he visto dos en la orilla, cuando venía á la posada. Ahora bien, si pudiéramos tener un bote con que cruzar al otro lado al abrigo de la noche, y un hombre decente y leal que trajera de nuevo la embarcación á este lado, y supiera callarse, habría dos almas salvadas: la mía probablemente, la de este muchacho con toda seguridad. Si no tenemos ese bote, y solo poseemos tres chelines en este inmenso mundo, le doy á Vd. mi palabra de honor que no sé á dónde ir, ni sé tampoco que nos espere otra cosa que la horca. No tendremos ese bote?

¿Se quedaría Vd. en su cama caliente y cómoda, y dormiría tranquila pensando en nosotros mientras el viento ruje en la chimenea y la lluvia cae sobre el techo? ¿Podría Vd. comer tranquila al amor de la lumbre, y pensar en este pobre muchacho, enfermo y mordiéndose la punta de los dedos con hambre y frío? Enfermo ó en buena salud, tiene que seguir andando; con la muerte pendiente sobre su cabeza, tiene que continuar arrastrándose en medio de la lluvia por caminos largos y desconocidos; y cuando exhale su último suspiro sobre un montón de piedras duras y frías, los únicos amigos que tendrá á su lado serán Dios y yo.

Al oir este discurso, ví á la muchacha en gran confusión y perplejidad de espíritu, deseando ayudarnos y temiendo sin embargo que pudiéramos ser malhechores; así es que me decidí entonces á calmar sus escrúpulos con una parte de la verdad.