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PASAMOS EL RÍO
doso. Solamente A lán permaneció un gran rato en la orilla meneando la cabezamuchacha!—dijo al fin.— Excelente —Excelente muchacha, David!
Y como una hora después, acostados en una caverna cerca de la playa, y cuando yo había dormitado un poco, rompió de nuevo en elogios del carácter de la muchacha.
Por mi parte, no podía decir nada: era una criatura tan sencilla, que sentía á la vez remordimiento y temor: remordimiento, porque habíamos abusado de su ignorancia; y temor, no fuera que de algún modo la hubiésemos envuelto en los peligros de nuestra situación.