que hacer un esfuerzo para decirle que tenía motivos para creerme con ciertos derechos á los bienes de los
Shaws.Sacó un cuaderno de una gaveta, lo abrió, y me dijo: —Adelante.
Pero permanecí silencioso, pues todo mi ánimo había desaparecido.
—Vamos, Sr. Balfour, vamos, dijo Rankeillor,—continúe. ¿ Dónde nació Vd. ?
—En Essendean, el 12 de Marzo de 1734.
Parecía que verificaba esta declaración en su cuaderno; pero no sé lo que aquello significaba.
—¿Quiénes son sus padres?—me preguntó después.
—Mi padre fué Alejandro Balfour, maestro de escuela de dicho lugar,—dije,—y mi madre, Gracia Pitarron.
—¿ Tiene Vd. algunos papeles que prueben su identidad?
—No, señor, pero están en manos del Sr. Campobello el ministro, y pueden fácilmente presentarse. El Sr.
Campobello apoyará también cuanto digo, y aun creo que mi tío no me desmentiría.
—¿Se refiere Vd. al Sr. Ebenezer Balfour?—dijo.
—El imismo,—contesté.
— A quien Vd. ha visto?
Á —¿Y por quien he sido recibido en su propia casa?— respondí.
¿ Ha visto Vd. alguna vez á un hombre llamado Oseas ?—preguntó Rankeillor.
—Sí, señor, por mis pecados,—contesté,—porque gracias á él y á mi tío, fuí plagiado á la vista de esta población; fuí llevado al mar; he naufragado y padecido cen-