astucia, el poder de hacer mal, sin tener que temer nada; sin embargo á mí no me persuadiriais (49) que su estado sea preferible al del hombre justo, de cuyo parecer creo no ser yo solo, y acaso alguno de los circunstantes pensará lo mismo. Probadnos pues, dichosísimo hombre, que nosotros andamos errados en preferir, la justicia á la injusticia. Thrasim. Y cómo quereis que os persuada? Si con las cosas que os he dicho no os he convencido, qué mas puedo hacer por vosotros? Es cosa de meteros por fuerza mis razones en vuestro ánimo? Soc. Por Dios que, nada de eso; pero por de contado querria que estuvieseis firme en lo que una vez decís, ó si mudais alguna cosa, hacedlo abiertamente y no nos engañeis. Porque para volver de nuevo á lo que antes deciamos; vos veis, ó Thrasimaco, que despues de haber definido al médico y al pastor, segun su verdadera nocion, habeis en seguida abandonado esta definicion, en órden á este último, haciendonoslo mirar, no como verdadero pastor, que toma cuidado del rebaño por el rebaño mismo, sino, como fondista que le engorda para un banquete, ó como negociante avaro para venderlo; lo qual es contrario á la profesion (50) del pastor, cuyo único objeto es procurar el bien del rebaño que le está confiado. Porque por lo que mira al arte pastoril, miéntras que conserva su esencia es perfecto en su género, hasta no faltarle nada de lo que necesita para esto. Por la misma razon yo creía
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