libertarnos de los males de la otra vida, y pretenden ellos que los que se descuidan en sacrificar, deben prometerse los mayores tormentos en los infiernos.
Pues qué impresion, mi amado Sócrates, pensamos que deben hacer tantos y tales discursos sobre la naturaleza del vicio y de la virtud, y de la reputacion en que los tienen los dioses y los hombres, en los ánimos de unos jóvenes, dotados de un buen ingenio y de un espíritu capáz de sacar oportuna y prontamente conseqüencias de todo quanto oyen, en órden á lo que deben ser, y al género de vida que deben abrazar para ser felices? No es verosimil que revuelvan en su ánimo aquello de Pindaro (14), diciéndose á sí mismos: Subiré por ventura con esfuerzo ácia los palacios encumbrados que habita la justicia, ó emprenderé las torcidas sendas del engaño? Qué guia tomaré para asegurar la dicha de mi vida? Todo quanto oigo me dá á conocer que de nada me servirá el ser justo, sino tengo reputacion de tal; pero que las penas y trabajos serán seguros. Suerte felíz se me promete al contrario, si sé asociar la injusticia con la reputacion de hombre justificado. Supuesto pues que los sábios me enseñan que mas puede contribuir á mi dicha la apariencia de la virtud, que la realidad; no me volveré por entero de este lado? He de hacerme pues un átrio y como una cerca al rededor con las sombras y exterioridades de la virtud; llevando trás mí á la rastra la astuta y engañosa