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XXXVI
PRÓLOGO.

jas de guerra. ¿Y un Obispo, áun peleando buenas batallas apostólicas, no habrá tambien de tener sus ocios? Hay momentos que, como dice resueltamente Monseñor Dupanloup, no es dado llenar con ejerciciós piadosos, sino con sérias lucubraciones mentales. La inteligencia pide descanso, pero no descansa en la inaccion, que sería su muerte, sino pasando de un trabajo á otro diferente. El hombre que ha educado la atencion y comunicádole flexibilidad, puede en cada momento que le quede libre en sus habituales ocupaciones, continuar algun trabajo que traiga entre manos, y convertir así en tiempo útil la agregacion de ratos que para otros fueran absolutamente perdidos. IPANDRO ACAI- co, como hemos visto, compuso sus poesías sin robar tiempo á sus sagradas funciones, al trote de su caballo, en penoso viaje, ó ya tambien en horas de insomnio y de ingrata soledad, como San Gregorio Nacianceno. «Quien como yo, dice, carece habitualmente de sociedad, ¿con qué mejor puede distraerse en horas de soledad y aislamiento, que con los ecos de su lira? Canto, pues, apacentando mi ganado.»

En el traductor mejicano de Teócrito se realiza á la letra el elogio elocuente que Ciceron dedicó á las letras humanas. Despues de haber alimentado su adolescencia, le han ofrecido refugio en la adversidad, y acompañádole en sus peregrinaciones:

nobiscum peregrinantur. A quienes fueren osados á acriminarle, IPANDRO ICo está en caso de