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XLIII. Era muy celoso de las cosas que pertenecen á varon, y gran reprehensor de las flaquezas que veia en los hombres. Viendo á un caballero llorar por un infortunio que le habia sucedido. O quan digno es de reprehension (le dixo) el caballero que por ningun grave infortunio que le venga, derrama lagrimas sino a los pies del confesor. Ofreciendosele un dia acrecentamiento de sus rentas, respondió enojado que ese no era su lenguage: que hablasen de esa cosa con otros que mejor la entendiesen. A los que amaban los deleytes solia decir que mucho mas deleytableera el trabajo virtuoso, que la vida sin virtudpor deliciosa que fuese. Consideraba las cosas y los hombres segun la realidad y no segun la opinión, y en esto tenia una virtud singular y casi divina que jamas le permitió acepcion de personas. Era tan piadoso que qualquier atribulado hallaba consuelo en su casa. Tuvo gran copia de libros, y tan claro renombre en los reynos estrangeros, que muchos venian á España solo por conocerle y tratarle; pero reputaba mucho masla estimacion entre los sabios., que la fama en—» tre los muchos. La alegria que mostraba en su semblante era indicio de la virtud que reynaba en su alma. Todo esto y mucho mas en elogio del Marqués dice Hernando de Pulgar...

XLIV. El Marqués habia tomado por di visa una celada, y jamas habia revelado el misterio que encerraba Hallandose proximo á la muerte, recibidos los Santos Sacramentos, teniendo en una mano un crucifixo, y en otra una candela en✓