creería muerto, y podría estremecer al que me viera, creyéndome muerto.
Las lamentaciones y los gemidos, los suspiros y las lágrimas son apaciguadas entre tanto por esta horrible palpitación de mi corazón; ¡ah, esta horrible palpitación!
La incomodidad,—el disgusto—el cruel sufrimiento—han cesado con la fiebre que enloquecía mi cerebro, con la fiebre llamada «vivir» que consumía mi cerebro.
Y de todos los tormentos, aquel que más tortura ha cesado: el terrible tormento de la sed por la corriente oscura de una pasión maldita. He bebido de un agua que apaga toda sed.
He bebido de un agua que corre con sonido arrullador, de una fuente subterránea pero poco profunda, de una caverna que no está muy lejos, bajo tierra.
¡Ah! que no sea dicho jamás: mi cuarto está obscuro, mi lecho es estrecho; porque jamás ningún hombre durmió en lecho igual—y para dormir verdaderamente, es en un lecho como éste en el que hay que acostarse.