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Un quejido lastimero
De tu boca se exhaló:
¡Ah perdón! de entonces siempre
Resonando está en mi oido
Ese lúgubre gemido
Que me acuerda mi maldad.
¿Te dió amparo algun cristiano?
¿Vives, hijo, acá en la tierra?
O tal vez— ¡gran Dios!— te encierra
El abismo del no ser!
¿No me vés hijo del alma,
No me vés aqui humillada
A la virgen adorada
Que me absuelva, demandar?
Torpe madre, impresas llevo
Del delito las señales;
Me desprecian los mortales
Y me aguarda el ataud.
¡Ah! morir sin esperanza
De abrazarte en ese Cielo
De do acaso el desconsuelo
De tu madre viendo estás!
¡Imposible! que me abrumen
En el mundo los pesares,
Que se aumenten á millares...
Soy indigna de perdon.