De la vida el hechizo inefable
Ya destroza dolencia inclemente:
En delirio abrasada la mente
Ve terribles fantasmas cruzar.
Una voz, del infierno nacida,
« Ciego, dice, murió tu esperanza;
El poder del humano no alcanza
A librarte del hado fatal. »
Mezcla airada la muerte mis dichas
Al licor de su copa sangrienta,
Y su lívida mano presenta
El veneno que es fuerza apurar.
¡Ah! tú solo, bien mio, la calma
Volver puedes al pecho angustiado.
¿Por qué tardas? Tal vez ya borrado
De tu seno mi amor estará.
Moriré como lirio en el yermo
Que deshoja sañudo pampero,
Y en mis labios el ¡ay! postrimero
Será, Laura, un suspiro de amor.
Cuando suene, en la tarde serena,
La campana que á orar nos convida;
Por mi eleva plegaria sentida
A la esposa del almo Señor.
Abril de 1840.
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