Tristísimo honor seria el que nos ha cabido, si solo debiéramos á la memoria de Adolfo Berro una melancólica elegía, pálido éco del sentimiento individual, que pasaría inapercibido entre las magníficas ovaciones que le ha decretado el aprecio público; palabra incompleta de una verdad que no cabe en el idioma, porque, como ha dicho un hombre de corazon, las teorias, las doctrinas, los sistemas se esplican: los sentimientos se sienten.
Al poner este vólumen en manos del público, conocemos que es otro nuestro deber; y nos disponemos á cumplirlo, refujiándonos en nuestra conciencia para buscar en ella el apoyo que nos niega nuestra limitada capacidad y los estudios especiales que hemos cultivado.
Adolfo Berro nació en Montevideo el día 11 de Agosto de 1819, en el seno de una familia muy considerada, no solo por los servicios que su gefe ha rendido al pais, y por las distinciones que ellos le han merecido, sino principalmente, por una práctica constante de todas las virtudes, de esas virtudes que sirven á la sociedad desde el silencio del hogar doméstico, y son fuente de sólida y legítima felicidad.
La educacion moral empieza desde que podemos contraer hábitos, es decir, en la cuna. Las primeras impresiones suelen decidir el destino de toda una vida, porque la moral, para ser sólida,