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De su cuello y su cintura
Las lazadas desceñidas;
En el seno contorneado
Blando abrigo halla la brisa.
Sin gustar de la frescura
Con que el agua la convida
Por sobre ella prestamente
El desnudo pié desliza.
Alza á veces puras gotas
Que al caer forman mil prismas
Dando paso á los destellos
Que el naciente sol envia.
La flotante cabellera
En los hombros se ensortija,
Ya los besa, ya se aparta
De las auras impelida.
En la fuente acaso toca
Y fugaz el agua riza,
Cual las alas presurosas
Del alción que alli se anida.
En sus manos tiene un ramo
La rosada y blanca niña,
De marchitos azahares
Y cerradas margaritas.
Le contempla— dentro el agua
Deja el pie, que el frio eriza,