como dice el sábio autor de las partidas, el verdadero saber de las leyes.—No emitimos una opinion personal únicamente. Su catedrático, juez mas idóneo que nosotros en el caso, preguntado, cuales eran sus mas aventajados discípulos, los clasificó en unos exámetros latinos, diciendo de Berro—Mens legum Adolfus.
A los conocimientos teóricos que alli adquiría unió la práctica en el bufete del Dr. D. Florencio Varela, hábil abogado y literato de vasta erudicion y esquisito gusto, que, ligado á la familia de Berro por vínculos estrechos, se complacia en cultivar aquella inteligencia privilegiada.—A la tierna solicitud que en esto ponia Varela se refiere Adolfo en los versos que le dirijió con motivo de la muerte de su escelente hermano Rufino:
Amar me hiciste la virtud austera
Y acá en mi mente derramaste ansioso
Blandas ideas.
Adolfo habia llegado á aquella sazon en que los años nos empujan sobre los caminos de la vida social y un nuevo espectáculo se ofrece á nuestros ojos. Berro, era uno de esos hombres predestinados á verlo todo de una vez, á distinguir las llagas á través de las flores que las cubren, á oir los ahogados gemidos que se escapan en medio de las risas y de los himnos, á no detenerse en la epidermis de la sociedad.—¿Quién puede calcular las impresiones, los dolores que