Ese demonio que persigue al génio
Hasta exhalar el postrimer suspiro
Con yerta mano le arrojó á la tumba,
¡Mísero amigo!
¡Morir lejano de la triste madre
Pasado el pecho de enemigo acero,
Sin que uno solo por su vida alzase
Férvido ruego!
¡Ay del que mira sin horror la sangre!
¡Ay del que rie del ajeno llanto
Y vé sin pena que el sepulcro encierre
Jóven lozano.
¿No fuimos todos para amar formados?
¿No somos todos del Eterno hechura?
¡Maldito el hombre que sus santas leyes
Bárbaro burla!
Deja, Florencio, que el instable vulgo
De amor el alma y de piedad desnuda,
En vez de lloro con amargas hieles
Riegue esa tumba.
En tanto al Cielo subirán mis preces
Por el amigo que perdí temprano
A cuyo lado deslizarse viste
Tristes mis años;
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