El que á la patria consagró los himnos
Suaves, sonoros, de su dulce lira,
El que lloraba cuando al hombre débil
Llorar veía:
Que derramaba celestial consuelo.
Con sus cantares, en el alma aflicta,
Ha enmudecido y nos ofrece solo
Yertas cenizas?
Sus tiernos cantos se estinguieron ora,
Mas no los ecos de su voz querida,
Que son acentos que bondoso y pio
El cielo envia.
Y hoy que ya el polvo de la tumba ahoga
El sufrimiento que agostó su vida,
Hoy que la muerte de los hombres deja
Inútil la ira:
La indiferencia estenderá su velo
Aun mas pesado que la loza fria,
Sobre el sepulcro que por siempre encierra
Su tierna lira?
Cómo! — el olvido será el solo premio
Del hombre justo que su afan dedica
A alzar su mente hasta el excelso trono
Y allí la fija?
Que allí estudiando la verdad oculta,
Hondos misterios penetrando asidua,
Pide al Dios bueno para el hombre mísero,
Ventura y dicha?
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