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Tiernas hojas nacaradas
Te dió grata la natura
Y a tu cáliz la amargura
De las hieles del amor.
En su negra cabellera
La hermosura te ensortija,
O tu trono alegre fija
En sus lábios de rubí.
En tí encuentra blando alivio
El ausente que padece,
Tu belleza se le ofrece
La que su alma cautivó.
Y mirándote arrobado
Mil recuerdos en su mente
Se despiertan blandamente:
¡Mil recuerdos de placer!
¡Cuántas veces mis temores
Flor querida, disipaste!
¡Cuántas veces mitigaste
De mi amada la esquivez!
Hoy de nuevo la esperanza
En ti el alma deposita,
¡La esperanza! que marchita
Veré luego con la flor.
Noviembre de 1839.