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Y ángeles bellos la sién
Ornan de lauro inmortal
A los que quisieron bien,
Aspirando de un Edén
El perfume celestial.



Así no lloreis, señora,
Aunque marchite una flor
La tempestad bramadora,
Porque un manantial de amor
Vuestra alma noble atesora.



Y enriquece al pensamiento
Que brilla radiante en vos,
Sin apagar ni un momento
La llama del sentimiento,
¡Que es un destello de Dios!

Valencia y Setiembre de 1856.

EL PODER Y LA VIRTUD.




De la tierra soberbias potestades
Aunque ostenten la púrpura y el oro,
No brillan al través de las edades,
Si arrastran por el cieno su decoro.