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Evaristo Carriego.

sus oraciones nocturnas
porque huyan de su cabeza
las ideas taciturnas,
o, abandonando hace rato
el libro que no leía,
departe con su Renato
de alquimia y hechicería.
No ya por los corredores
de palacio habrán de ir luego
vuestros pasos sin rumores,
ni oiréis, apagado, el ruego:
— «Alzaos, duque, la espuela >,
— de la azafata que os guía
y que de todo recela: —
¡no os señale algún espía
a rufianescos aceros!
Se urden tantas emboscadas
que bien pueden sorprenderos
y daros de puñaladas...»

Margarita... Ella lo sabe:
sólo por decir «¡la vi!...>
mordido de duda grave
abandonasteis Nancy.
Ya no más iréis a verla
ni elogiará la azafata
vuestra ropilla gris perla
ni vuestra capa escarlata.