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Evaristo Carriego.
¿Y tú? ¿Recién te has fijado
que no para de garuar?
¿Al patio así? Ten cuidado,
no salgas desabrigado
que te puedes resfriar.
Cae monótonamente
el agua... ¡Qué silencioso
el barrio! El perro de enfrente
dejó de ladrar. ¿La gente
se habrá entregado al reposo?
Pienso en ellos... En su oscura
mala suerte, y pienso luego
con un poco de ternura:
¿en qué sueño de amargura
se hallará abstraído el ciego?
Allá, solo, en el altillo,
moliendo la misma pieza
quizás suena un organillo:
aunque el aire es tan sencillo
no cansa ¡da una tristeza!
Llora el ritmo soñoliento
que tanto gusta a la loca
amiga nuestra... El son lento...
¡Toca con un sentimiento!
¿Qué pensará cuando toca?