Así, olvidando algunas de las cerriles mañas,
vine a ser otro andante, soñador de fazañas
inauditas y fieras, en lides peligrosas
que los encantamientos no hacen siempre sabrosas.
Porque ya se mostraba cansado de su dueño
al flaco Rocinante cambié por Clavileño,
y recorrí la tierra, buscando honor y fama
que ofrecer a mi hermosa, desconocida dama,
de quien he recibido desdenes y rigores,
hasta que, al fin, vencido de los encantadores,
me trajeron a ësta prisión o manicomio,
una institución sabia, digna de todo encomio,
en donde escarnecido sin cesar, y aporreado
como mi buen maestro, seriamente he pensado
que desfacer agravios no es sino una locura
que honrara sólo al triste de la Triste Figura.
...Aquí medro y engordo. Tranquilamente yanto,
sin jamás acordarme de mi viejo quebranto
tan magro y tonto. Nunca, ni aun en broma, peco
suspirando retornos al antiguo embeleco.
No hay una sola parte donde mire y no encuentre,