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Evaristo Carriego.

en el Desierto Único: tu ëres la apoteosis
que, nimbando de incendios sus fecundas neurosis,
cruzas por los vaivenes de sus hondos desvelos
como si fueras Luna de sus noches de duelos.
Yo traigo a tu floresta la Alondra moribunda
que, en el violín del Bosque, preludió la errabunda.
sinfonía terrena de aquel Ardor eterno,
que ahuyenta suavemente las aves del Invierno,
y en las horas tranquilas descubre su cabeza
como un símbolo vago de Amor y de Belleza.



...Y pasas, y no sola, presintiendo dorados
Orientes, los propicios a los enamorados,
como una novia enferma que evoca espirituales
promesas en las largas noches sentimentales;
o esperas al amado, sonriente, como algunas
heroínas que aguardan al amor de las lunas
hojeando florilegios alegres de la Galia,
con manos de Giocondas poéticas de Italia.
¡Oh, las divinas magas que comulgan misterios
en los ratos fugaces de indecibles imperios...
cuyos tiernos mandatos y ansiadas tiranías
de las claudicaciones saben las agonías!