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Página:Poesías de don Mariano Melgar (1878).pdf/138

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Déjelo, y no será de lutos causa!
—Amor, niño eres, juguetear te cabe.
Juega, eso es propio de tu edad lozana;
Y aunque en tus guerras disparar pudieras
Flechas cortantes, no se ven manchadas
Con sangre matadora tus saetas.
Marte empuñe el alfanje y duras hastas,
Y marche vencedor teñido en sangre;
Pero tú nuestras artes adelanta
Que son de Venus, y á ninguna madre
Hacen perder sus hijos en batallas.
Ocúpate en hacer ya que en la noche
Rompa unas puertas la celosa rabia,
Ya, que otras de guirnaldas se coronen.
Ó que niños y niñas asustados
Ocultamente vayan á juntarse,
Engañando al marido con sus trazas:
Que se digan caricias, ó enfadados
Improperen las puertas ya cerradas;
Y el amante excluido cante triste:
Este llorar, que muertes no demanda,
Bastará á contentarte, ya que es justo
Que el fuego no consuma vuestras hachas.—
Invoqué así al Amor, y él muy contento,
Batiendo sus alitas matizadas,
«Cumple, me dijo, la obra que emprendiste!»
Venid, pues, y atended mis reglas varias,
Jóvenes, que engañados habeis sido,
Aprended á sanar, de aquel que os daba
Reglas de amar, y os dé la propia mano
Las heridas y el modo de curarlas.
Así una misma tierra brota yerbas,