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Ya lo azoten los siglos con sus alas O el viento furibundo, El fuego del espíritu, heredero Del imperio del mundo"


Dijo, y cayó, como la vieja encina Que troncha el leñador con golpe rudo. La montaña tembló; y el negro Ponto Se enderezó, zañudo, Para asistir á su hora postrimera, Y las gentiles hijas del Océano Bajaron presurosas Y en torno á su cádaver encendieron, De perfumadas leñas una hoguera!