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Página:Prosa por José Rizal (JRNCC, 1961).pdf/107

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huido a los montes, haciéndose bandoleros, y no pocos se han suicidado. Sin embargo, la mejor precaución contra esta desgracia ha sido el casamiento, y los padres de nuestro joven determinaron casarle con una muchacha, agraciada y trabajadora, que vivía no muy lejos en la misma montaña. El joven, si bien no se mostró muy entusiasmado con semejante proyecto, aceptólo, sin embargo, primero para librarse de las quintas, y después para no desamparar a sus ancianos padres. Como no tenía ninguna tacha, pronto se arreglaron las bodas y se fijó el día del casamiento.

No obstante, conforme se acercaba el dichoso día, hacíase el novio más taciturno y menos comunicativo aun; desaparecía durante largas horas, y cuando volvía, le veían como desalentado, y muchas veces no respondía cuando le preguntaban.

La víspera de las bodas, a la noche cuando volvía de la casa de su futura, apareciósele una joven en el camino de extraordinaria belleza.

—Yo ya no quería dejarme ver de ti —le dijo ella, en tono dulce, mezcla de lástima y de compasión;— pero vengo a traerte mi regalo, el traje y las joyas de tu novia. Yo te he protegido y te he amado porque te ví bueno y trabajador, y había deseado te hubieses consagrado a mí. ¡Va! Puesto que te es necesario un amor terrenal; puesto que no has tenido valor ni para afrontar una suerte dura, ni para defender tu libertad y hacerte independiente en el seno de estas montañas; puesto que no has tenido confianza en mí, yo que te hubiera protegido a ti y a tus padres, véte; te entrego a tu suerte, vive y lucha solo; vive como puedas.

Y dicho esto, la joven se alejó y se perdió entre las sombras. El quedóse inmóvil y como petrificado; después dió dos o tres pasos como para seguirla, pero ya había desaparecido. Recogió silenciosamente el bulto que la joven había depositado a sus pies y entró en su casa. La novia ni se puso los trajes ni usó las alhajas, y desde entonces Mariang Makíling no apareció ya más a los campesinos.

El leñador que me contó esta historia, no me quiso jamás decir como se llamaba el héroe de ella.

Si esto es cierto o no, yo no lo sé. Varias veces he vagado por las faldas del Makíling, y en vez de dedicarme a matar las pobres palomas que se cuentan sus amoríos en las elevadas copas de los árboles, acordándome de Mariang

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