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Venus.—Perdona, hermana, y esposa del grandioso Jove, si no soy de tu respetable opinión. Y tú, Júpiter, visible tan sólo para los inmortales, sé propicio a mis súplicas. Ruégote no permitas que al cantor de mi hijo Eneas le venza Homero. Acuérdate de la lira de Virgilio, que cantó nuestras glorias y moduló las quejas del amor desgraciado; sus dulcísimos y melancólicos versos conmueven el alma: él alabó la piedad, encarnada en el hijo de Anchises: Sus combates no son menos bellos que los que se efectuaron a los pies de los muros troyanos. Eneas es más grande y piadoso que el iracundo Aquiles. En fin, en mi sentir, Virgilio es muy superior al poeta de Chío. ¿No es verdad que él llena todas las cualidades que tu sagrada mente ha concebido?

(Dicho esto, se acomoda, graciosamente en su lecho, cual la graciosa Ondina que, medio reclinada en blanca espuma de las azules olas, forma la joya más preciosa de un hermoso y poético lago.)

Juno.—(Airada.) ¡Cómo! ¿Cómo el poeta romano ha de ser preferido al griego? ¿Virgilio, imitador tan sólo, ha de ser mejor que Homero? ¿De cuándo acá la copia ha sido mejor que el original? ¡Ah, hermosa Venus! (En tono desdeñoso.) Veo que estás equivocada, y no lo extraño; porque no tratándose de amores, no estás en tu juicio; además, el corazón y las pasiones jamás supieron discurrir. Deja el asunto; te lo suplico por tus innumerables queridos…

Venus.—(Interrumpiendo ruborizada.) ¡Oh, bellísima, Juno, tan celosa como vengativa! A pesar de tu buena memoria, que siempre se acuerda de la manzana de oro que injustamente fue negada a tu renombrada y nunca bien ponderada hermosura, miro con disgusto que te olvidas de lo groseras que nos ha hecho tu favorito Homero. Empero, si por tu parte le encuentras razonable y verídico, sea esto en buen hora, y te felicito por ello; pero por lo que a mí me toca, los dioses del Olimpo digan…

Momo.—(Interrumpiendo a Venus.) ¡Sí! Que digan que tú alabas a Virgilio, porque él se ha portado bien contigo; que Juno defienda a Homero, pues él es el cantor de las venganzas; que os haceis mutuas caricias