Página:Prosas profanas (1896).djvu/172

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En los jubones; ciñen las cabezas triunfantes
Oro y rosas; sus ojos, ya lánguidos, ya ardientes,
Son dos carbunclos mágicos de fulgor sibilino,
Y en sus manos de ambiguos príncipes decadentes,
Relucen como gemas las uñas de oro fino.
Bellamente infernales,
Llenan el aire de hechiceros beneficios
Esos siete mancebos. Y son los siete Vicios,
Los siete poderosos pecados capitales.

Y los siete mancebos a las siete doncellas
Lanzan vivas miradas de amor. Las Tentaciones.
De sus liras melifluas arrancan vagos sones.
Las princesas prosiguen, adorables visiones
En su blancura de palomas y de estrellas.

Unos y otras se pierden por la vía de rosa,
Y el alma mía queda pensativa a su paso.
— ¡Oh! ¿qué hay en ti, alma mía?
«¡Oh! ¿qué hay en ti, mi pobre infanta misteriosa?
¿Acaso piensas en la blanca teoría?
Acaso
¿Los brillantes mancebos te atraen, mariposa?»

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