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Una niña que fuera un hada o que surgiera
Encarnación de la divina primavera.
Y fué al Cid y le dijo: «Alma de amor y fuego,
Por Jimena y por Dios un regalo te entrego,
Esta rosa naciente y este fresco laurel.»
Y el Cid, sobre su yelmo las frescas hojas siente,
En su guante de hierro hay una flor naciente,
Y en lo íntimo del alma como un dulzor de miel.
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