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QUO VADIS

de perecer incalculables riquezas; todas las propiedades de los ciudadanos de Roma habían quedado reducidas á cenizas y centenares de miles de individuos vagaban errantes en la mayor miseria por fuera de las murallas.

El hambre empezó á morder las entrañas de las multitudes desde el segundo día de la catástrofe, pues en ella habíanse consumido las inmensas cantidades de provisiones almacenadas en la ciudad.

En medio del universal desorden y de la desaparición de las autoridades, nadie pensó en nuevos suministros.

Solamente después de llegado Tigelino se comunicaron á Ostia las órdenes del caso; entre tanto las turbas habianse hecho más y más amenazadoras.

La casa situada en Acqua Apia, en donde Tigelino se hallaba momentáneamente hospedado, veíase rodeada por multitud de mujeres que de la mañana á la noche grita ban: Pan y techol» En vano los pretorianos, traídos desde el gran campamento situado entre las Vías Salaria y Nomentana, se esforzaban por mantener de algún modo el orden, pues encontrábanse por doquiera con una abierta resistencia armada.

En diversos puntos, grupos de gente inerme señalaban la ciudad ardiendo y gritaban: «¡Matadnos á la luz de ese incendio!» E injuriaban al César, á los augustianos y á los pretorianos, y el tumulto crecía de momento en momento, de tal manera que Tigelino, al contemplar durante la noche los millares de incendios que iluminaban los alrededores de la ciudad, deciase á sí mismo que aquéllos semejaban los fuegos de enemigos campamentos.

Además de una enorme cantidad de harina, hizo venir todo el pan que fué posible obtener, no sólo desde Ostia, sino, desde todos los pueblos y aldeas circunvecinas.

Y cuando llegó durante la noche al Emporium (Mercado) el primer suministro, el pueblo derribó la puerta prin-