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QUO VADIS

mundo y no todo concluye en el Trastiber. Yo voy á acompañar al César, y en el viaje de regreso me separaré de él para ir á Chipre, porque es el deseo de esta diosa mía de cabellos áureos, que vayamos juntos á presentar nuestra ofrenda de palomas á la divinidad de Pafos; y has de saber que todo cuanto ella desee, lo quiero yo.

—Soy tu esclava,—dijo Eunice.

Petronio reclinó la cabeza coronada de guirnaldas sobre el pecho de la joven y dijo con una sonrisa: —Entonces yo soy el esclavo de una esclava. ¡Sabe, divina mía, que te admiro de la cabeza á los pies!

Y dirigiéndose á Vinicio, agregó: —Ven con nosotros á Chipre. Pero ten presente que es menester que veas antes al César. Malo es que todavía no te hayas presentado, y Tigelino, ya lo sabes, ha de estar pronto para utilizar esta circunstancia en tu perjuicio.

Cierto es que no abriga personalmente odio hacia ti; mas no puede amarte, siquiera sea porque eres el hijo de mi hermana. Diremos que has estado enfermo. Y es necesario que meditemos bien lo que has de contestar, si él te preguntase algo acerca de Ligia. Lo mejor será hacer un ademán desdeñoso y decir que la tuviste á tu lado hasta cansarte de ella. El comprenderá eso perfectamente. Dile también que la enfermedad te ha retenido en casa; que tu fiebre aumentó en fuerza de tu desconsuelo por no haber podido ir á Nápoles á escuchar su canto y que lograste al fin mejoría estimulado por la sola esperanza de volver á oirle. Y no temas incurrir en este punto en exageraciones.

Tigelino promete discurrir en obsequio al César no sólo algo grande, sino enorme, estupendo. Temo que llegue á minarme; y temo también á la desmedrada situación de tu ánimo.

—¿Sabes tú,—dijo Vinicio,—que hay gentes que no temen al César y viven tan tranquilos como si él no existiese?