Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/199

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
195
QUO VADIS

contraremos á Plaucio. Y yo te devolveré á la casa de Pomponia, y en seguida te recibiré de sus manos. Y tú, joh, carissima, no me temas ya por más tiempo!

No he recibido aún las aguas del bautismo, pero pre gunta á Pedro si no es verdad que en el camino hacia aquí le manifesté mi deseo de ser cuanto antes un verdadero confesor de Cristo y le pedí me bautizara, si bien fuese en este mezquino tugurio de un cantero. ¡Créeme tú y créanme todos!

Ligia escuchó estas palabras con el rostro radiante de alegría.

En efecto, los cristianos anteriormente, á causa de las persecuciones de los judíos, y á la sazón con motivo de los disturbios producidos por el desastre, vivían llenos de temores é incertidumbres.

Así, pues, un viaje á la tranquila Sicilia pondría término á todo peligro, y sería el principio de una nueva era de felicidad para sus vidas.

Si Vinicio hubiese manifestado el propósito de llevarse tan sólo á Ligia, la joven habría seguramente resistido á la tentación, pues no deseaba dejar á Pedro, ni á Lino, pero Vinicio les había dicho: «Venid conmigo; mis propiedades allí son vuestras propiedades; mis casas, las casas vuestras.» Y al oir estas palabras Ligia se inclinó para besar la mano al joven en señal de obediencia y dijo: —«Donde tú estás, Cayo, allí estoy yo, Caya.» Luego, confundida por haber pronunciado las palabras sacramentales que con arreglo á la costumbre romana repetíanse tan sólo en la ceremonia del matrimonio, se ruborizó nuevamente y se mantuvo, á la luz del fuego, con la cabeza inclinada y dudando en su interior acerca de si Vinicio hubiera tomado á mal esas palabras.

Pero el semblante del joven irradiaba una inmensa alegría y un homenaje profundo.

En seguida Vinicio volvióse á Pedro y repuso: