lágrimas y por todo su cuerpo discurría un estremecimiento de fe y de amor.
Tomó el Apóstol en sus manos una vasija de barro llena de agua y acercándosela á él y rociando su cabeza, dijo con acento solemne: —Yo te bautizo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Y entonces algo semejante á un éxtasis místico apoderóse de todos los presentes. Parecíales que una especie de luz extramundana había venido á iluminar la cabaña; que escuchaban en derredor suyo una música celeste; que las rocas en que aquel misero albergue estaba excavado habianse abierto sobre sus cabezas; que descendían de lo alto unos coros de ángeles y que sobre éstos, más arriba, en los espacios inmensos, veían una cruz y en ella dos manos, por sendos clavos transpasadas, y extendidas hacia ellos bendiciéndolos.
Entre tanto, seguían escuchándose afuera lss alaridos del combate y el horrisono estruendo de las llamas en la ciudad incendiada.
CAPÍTULO XLVIII
Se dispusieron campamentos para el pueblo en los regios jardines del César, que antes fueran de Domicio y Agripina; y asimismo en el Campo de Marte, en los jardines de Pompeyo, Salustio y Mecenas y en pórticos, Juegos de Pelota, espléndidas casas de campo y edificios destinados á las fieras.
Los pavos reales, flamencos, cisnes, avestruces, gacelas, antilopes africanos y ciervos, que constituían el principal adorno de esos jardines, perecieron bajo el cuchillo de la plebe.
Al misma tiempo comenzaron á llegar las provisiones de Ostia, en cantidad tan abundante, que se habría podido atravesar, como sobre un puente, por sobre la gran