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QUO VADIS

descansar un momento en nuestra compañía y vaciar una copa de vino.

—Gracias te doy, noble señor. Una copa de vino beberé gustoso á tu salud, pero descansar no me es posible, porque estoy de servicio.

—¿Porqué te han dado á tí la carta y no me la enviaron con un esclavo?

—Lo ignoro, señor. Acaso porque yo debía venir en esta dirección en desempeño de otro encargo.

—Lo sé; contra los cristianos, ¿no es eso?

—Si señor.

—¿Desde cuándo ha empezada la persecución?

—Antes de medio día han sido enviados algunos destacamentos al Trans—Tiber.

Y dicho esto el centurión bebió un poco de vino en honor de Marte; luego echó el resto, hasta vaciar la copa, y dijo: —Concédante joh señor! los dioses cuanto desear puedas!

—Llévate la copa en recuerdo mío,—dijo Petronio.

Y en seguida ordenó con un ademán á Antemio que terminase el himno á Apolo.

—Barba de Bronce empieza a jugar conmigo y con Vinicio,—pensó, en tanto que volvían á escucharse los sones de las arpas.—¡Adivino su plan! Ha querido aterrorizarme enviándome su carta por medio de un centurión. Preguntarán á éste en la noche cómo le recibí. ¡No! ¡Nó! No te divertirás gran cosa, cruel y perverso profetal Sé que no has de olvidar la injuria; sé que mi destrucción se aproxima, pero, si te figuras que voy á mirarte con ojos suplicantes y que vas á leer el terror y la humildad en mi fisonomía, buen chasco te llevas!

—El César te escribe, señor,—dijo Eunice.—Vé; si lo desea. ¿Irás?

—Mi salud está muy buena: puedo hasta escuchar sus versos,—contestó Petronio.—Voy, pues; con tanta mayor razón, cuanto que Vinicio no puede ir.