Pero el mismo Petronio, no creía en lo que estaba diciendo: porque sabía perfectamente que, después de la altisonante respuesta que el César rebuscara para darla á la petición de Alituro, y en el cual, habíase comparado con Bruto, no podía haber ya salvación para Ligia.
También reservóse, por compasión á Vinicio, lo que había oido decir en casa de Senecio, á saber: que el César y Tigelino habían resuelto elegir para ellos y para sus amigos, las mas lindas doncellas cristianas y profanarlas antes de la tortura. En cuanto á las demás, serían entregadas el día del espectáculo, á los pretorianos y á los guardianes de las fieras.
Estando convencido de que Vinicio en ningún caso habría de sobrevivir á Ligia, alimentaba deliberadamente en el corazón de su sobrino la esperanza, en primer lugar, movido por el cariño que á Vinicio tenía, y en seguida, porque deseaba que si el joven tribuno había de morir, le hallase la muerte con un rostro hermoso y no deformado y ennegrecido por el dolor y las vigilias.
—Hoy hablaré así á la Augusta,—dijo: —Salva á Ligia para Vinicio, y yo salvaré para ti á Rufio. Y me propongo meditar seriamente el asunto. Una sola palabra dicha á Enobarbo en el momento oportuno puede salvar ó perder á una persona. En el peor de los casos habremos ganado tiempo.
—Gracias,—repitió Vinicio.
—Mejor me probarás que me agradeces, si comes algo y duermes,—repuso Petronio.—¡Por Ateneal Ni en sus mayores tribulaciones descuidó jamás Odiseo el alimento y el descanso. Tú, por supuesto, ¿habrás pasado en la cárcel la noche entera?
—No,—contestó Vinicio.—Quise ir á la prisión hoy, pero hay orden de no admitir á persona alguna. Petronio: averigua si esa orden rige tan sólo por el día de hoy, ó si se extiende hasta el mismo en que empiecen los juegos.
—Esta noche lo sabré, y mañana temprano, te diré por