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QUO VADIS

—Para mí ya no hay salvación!—contestó con sombrio acento.

—¿No has oído referir cómo Dios perdonó al ladrón crucificado, que tuvo compasión de él?—preguntó Pablo.

—¿Y sabes tú lo que yo he hecho?

—Fuí testigo de tus sufrimientos y escuché la declaración de la verdad.

—¡Oh, señor!

—Y si un siervo de Cristo, en la hora del martirio y de la muerte ha perdonado tus agravios, ¿por qué no habrá de perdonarlos el mismo Cristo?

Chilo se tomó la cabeza con ambas manos y dijo con desesperada entonación.

—¡Perdón! ¡Si, perdón para mil —Nuestro Dios es un Dios de bondad y misericordia,dijo Pablo.

—¿Para mí?—repitió Chilo.

Y empezó á gemir convulsivamente, como un hombre á quien faltan las fuerzas para dominar su dolor y sus sufrimientos.

—Apóyate, en mí—dijo Pablo, —y acompáñame.

Y llevándole consigo, se dirigió al cuadrivio, guiado por el rumor de la fuente, que, en medio del silencio de la noche semejaba un lloroso lamento por las víctimas cuyos martirizados cadáveres llenaban aquellos sitios.

—Nuestro Dios es un Dios de misericordia,—replicó el Apóstol.—Si hubieras tú de ponerte á la orilla del mar á echar guijarros, ¿podrías llegar jamás á colmar con ellos sus inmensas profundidades? Pues yo te digo en verdad que la misericordia de Cristo es como el océano, y pue los delitos y faltas de los hombres en El se hunden como los guijarros en los abismos del mar. Te digo que es como el firmamento, que cubre montañas, tierras y mares,—porque se halla en todas partes, y no tiene principio ni fin.

Tú has sufrido al pie del pilar de Glauco. Cristo ha sido testigo de tu sufrimiento. Sin reparar en lo que pueda ser